Napoli acude al Papa León XIV, que le recibe con una broma

Tras las celebraciones en los autobuses descapotables que desfilaron por el paseo marítimo de Caracciolo, el Nápoles se dirigió al Vaticano para una audiencia privada con el Papa León XIV, que recibió al club azzurro con una broma: “La prensa dice que soy romanista. Pero bienvenido: ¡felicidades por haber ganado el campeonato! Una gran fiesta para la ciudad de Nápoles! ”.

“Ganar el campeonato es una meta que se alcanza al final de un largo camino–subrayó el Pontífice–donde lo que más cuenta no es la hazaña puntual, o la extraordinaria actuación de un campeón. El campeonato lo gana el equipo, y cuando digo ‘equipo’ me refiero tanto a los jugadores, al entrenador con todo el equipo, como al club deportivo. Así que me complace recibirles ahora para destacar este aspecto de su éxito, que considero el más importante. Y yo diría que también lo es socialmente”.

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“Sabemos lo popular que es el fútbol en Italia y en todo el mundo– prosiguió el Santo Padre – Y así, también desde este punto de vista, me parece que el valor social de un acontecimiento como éste, que va más allá del hecho meramente técnico-deportivo, es el ’ejemplo de un equipo– en el sentido más amplio– que trabaja unido, en el que los talentos de los individuos se ponen al servicio del conjunto’.

“Y hay una última cosa que me gustaría decir en esta ocasión. Se trata del aspecto educativo. Desgraciadamente, cuando el deporte se convierte en negocio, corre el riesgo de perder los valores que lo hacen educativo, e incluso puede llegar a ser deseducativo. Es algo sobre lo que hay que estar alerta, especialmente cuando se trata de adolescentes. Hago un llamamiento a los padres y a los gestores deportivos: debemos cuidar la calidad moral de la experiencia deportiva competitiva, porque está en juego el crecimiento humano de los jóvenes. Creo que nos entendemos y que no hacen falta muchas palabras. Gracias por su visita. Enhorabuena de nuevo. Que el Señor os bendiga a todos vosotros y a vuestras familias” concluyó el Papa León XIV.

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