Davide Cassani, alerta ante el nuevo Vincenzo Nibali

©Getty Images

Las palabras de Davide Cassani

Davide Cassani hizo balance del ciclismo italiano, empezando por la noticia de la retirada de dos jóvenes corredores, Gabriele Benedetti y Mattia Petrucci. A menudo, muy a menudo, hablamos de ‘fuego sagrado’ cuando nos referimos a ese deseo que impulsa a alguien a hacer algo. No cabe duda de que incluso el deporte, cuando al principio exige muchos sacrificios y evidentemente todavía no aporta grandes satisfacciones, quien lo practica se cuestiona constantemente. Sucedió de hecho que dos prometedores ciclistas, Gabriele Benedetti de la promoción 2000 y Mattia Petrucci de la promoción 2000 tiraron la toalla, como se dice en la jerga. Dijeron que no podían seguir así. Eso no es bueno».

Evidentemente, hay que hacer algo para cambiar radicalmente el concepto del deporte y de la actividad deportiva. No se puede pedir medallas así como no se puede pedir al huerto que produzca tomates maravillosos sin sembrar. Es un mensaje importante que sacamos de las dos fugas, porque realmente podemos y debemos hablar de fugas. Porque se trata de dos muchachos que no huyeron de una pasión, que les acompañará toda la vida, sino que huyeron de una falta de razón para vivir. Uno, mejor dicho, dos chicos consiguieron llegar al profesionalismo, realizaron su gran sueño de convertir su pasión en un trabajo, de poder correr las grandes carreras, con las que soñaban desde niños, en definitiva, de alcanzar por fin el ansiado profesionalismo. ¿Y qué hacen cuando alcanzan esta meta? Abandonan. ¿Y por qué? ¿No es que la «presión» absolutamente normal para un corredor profesional llegó a los hombros de estos chicos cuando aún no estaban preparados? ¿No es que vivían como profesionales cuando aún eran juniors o sub-23? El deporte debe cultivarse como la plantita en el jardín. Ningún árbol crece si no recibe cuidados diarios. El deporte hay que enseñarlo, en pequeñas dosis, sobre todo un deporte de trabajo duro como el ciclismo. Es fácil hacer ganar a un niño, le entrenas el doble que a un niño de su edad, pero ¿luego qué? ¿Sigo entrenándole el doble de duro que los demás? ¿Y dónde está la diversión en eso? Cuando era júnior me moría de ganas de salir con la bici y los sábados por la noche me costaba dormirme porque no podía esperar a que llegara la hora de la carrera. Mi padre me seguía pero nunca se atrevió a decirme una palabra sobre mi ciclismo. Todo le parecía bien. Era feliz porque me veía feliz. Nunca rompió ese equilibrio mío por querer hacer ciclismo haciendo lo que estaba bien para mi edad. Mi madre no quería que montara en bici y para ella tenía que ir al colegio. ¿Tenía que estudiar? Nada de bici. Llegué a los 21 años con ganas de romper el mundo. El día que me hice profesional cumplí mi sueño de la infancia. Iba cargado, motivado y consciente de que me encontraría con un grupo de corredores mucho más fuertes que yo. Pero no tenía miedo. Estaba preparado. ¿Sabes cuando estás sentado en la silla del dentista para que te saquen una muela? Sabes que vas a sentir algo de dolor, así que estás preparado. Me sentía preparada para «sentir el dolor» y tenía una voluntad de lucha tan fuerte que nada ni nadie me asustaba. Estaba intacto, hasta unos meses antes de ser aficionado, entrenaba como un aficionado y me pedía resultados de aficionado. Iba a la escuela y me educaba. Estudiaba y corría. Nunca nadie me pidió nada. Tengo la impresión de que muchos jóvenes llegan al profesionalismo «viejos de espíritu, agotados en sus ambiciones, agotados por las presiones familiares o por lo que sea».

‘No puedo creer que un chico de 23 años abandone al mismo tiempo que se hace profesional. Algo no va bien. Nuestros jóvenes son como árboles sometidos a todo tipo de vientos y todo tipo de tormentas en forma de tentación. Un árbol resiste el viento y la tormenta, un plantón no. Hay que proteger y cuidar a los jóvenes. Deben echar raíces, crecer, y cuando crezcan estarán preparados para resistir cualquier tipo de dificultad. La marcha de Benedetti y Petrucci da que pensar. Pero les felicito por la elección que han hecho. ¿Por qué? Porque se escucharon a sí mismos y no a los demás. Eligieron por sí mismos y llegaron a la conclusión de que, por su propio bien, era mejor dejarlo. Espero que hayan tomado la decisión correcta.

También te podría gustar...